De la amplia nómina de los cantes de Málaga, destacan por derecho propio e interés musical los verdiales. Joya del patrimonio cultural malagueño, este monumento arcaico-musical ha perdurado durante siglos entre los misterios ibéricos y tartesios superando las sucesivas invasiones y colonizaciones culturales aunque siendo fuertemente influenciados por la morisca. Son la más antigua y genuina muestra de la música popular malagueña. Interpretados por las llamadas pandas de verdiales, han evolucionado muy poco conservando su naturaleza primitiva. Sus letras son sencillas y alegres.
Es una danza de fuerte contenido erótico, conformada a base de movimientos circulares de los dos sexos que se buscan en un remolino prometedor de excitantes vivencias que tienen como fin la consagración de la fertilidad. Hay tres estilos: de Almogía, de Comares y el estilo Montes de Málaga. Tiene un muy fuerte carácter popular y exige la participación de una pareja al menos.
Dentro del atavío, lo más digno de reseñar es el sombrero de verdiales que representa reminiscencias de la liturgia saturnal con sus bariopintos y enigmáticos adornos. Se ejecutan con guitarra, laúd, palillos, pandero, violín y por supuesto, cante que interpreta las coplas. Antiguamente también se usaba la vihuela. También se acompaña con instrumentos rústicos o caseros como los almireces, canutos de caña, cucharas y cualquier tipo de cacharro. Su compás es claramente ternario y con una considerable velocidad.
En el flamenco se interpreta sólo con guitarra y con un ritmo mucho menos vivo. Las guitarras rasguean con particular énfasis casi sin cesar. La introducción e interludios se rigen por la escala andaluza e igualmente el ayeo previo a la letra que hace el cantaor. Al comenzar las coplas, el cante pasa al modo mayor modulando de nuevo a la escala andaluza en el remate.
Aquí puede escuchar una muestra de los verdiales.