Su origen se puede encontrar en los años previos a los Reyes Católicos en unas composiciones conocidas como “seguidillas castellanas” o “seguidillas manchegas”. Con el tiempo, estas seguidillas fueron evolucionando y se aflamencaron, añadiéndose el baile en el siglo XVIII. Es el cante y baile folklórico más popular de la Península. Se bailaba en casapuertas y patios de vecinos, también llamados corrales y siempre se han bailado y se bailan en las romerías y ferias de toda Andalucía.

Pueden distinguirse muchas variantes: corraleras, boleras, litúrgicas, de feria, rocieras… Están formadas por cuatro coplas con sus respectivos estribillos. Acompañado normalmente por la guitarra, palmas, castañuelas o palillos, flauta, tamboril y pandereta. Al inicio y entre copla y copla se ejecuta un rasgueado que da entrada a la nueva copla. Es un cante popular, cantado por y para el pueblo y recoge en sus letras pasajes de la vida cotidiana y sucesos habituales. Es un baile de pareja formado por hombre y mujer o dos mujeres aunque también se pueden realizar coreografías con más de dos personas al mismo tiempo. Los movimientos más significativos son paseíllos, pasadas, careos y remates.

El cante, la música y el baile cesan juntos sobre el último compás y los bailaores terminan con un desplante garboso y provocativo, propio del baile de galanteo. Su compás es ternario, acentuándose el primer tiempo de cada compás. Antiguamente eran siete coplas, ya que se añadían tres sevillanas boleras que en la actualidad no se ejecutan por tener bastante dificultad. El vestuario utilizado tiene tantas variantes como variantes puedan hacerse del traje de flamenca.

En el caso de las sevillanas boleras se utiliza el traje de goyesca y zapatillas de baile. En lo que al calzado se refiere cualquier modelo de zapato de baile es adecuado. En la cabeza peinetas, una flor o un sombrero cordobés, pendientes y collar a juego y sobre los hombros un mantón o mantoncillo.