El término seguiriya deriva de la palabra castellana seguidilla. Se cree que cuando llegan los gitanos a España en el siglo XV, se empleaba mucho este término y acostumbrados a escucharlo lo adaptaron a su fonética., sin embargo no tiene relación alguna con la seguidilla tradicional española. Apareció a finales del siglo XVIII y parece ser que los cantos sinagogales y orientales han servido de eslabón a la seguiriya. Desde el punto de vista flamenco tienen su fundamento en las tonás. Es un cante dramático, fuerte, sombrío y desolador, que está considerado en su condción de básico como uno de los exponentes de la esencia jonda del cante flamenco.
El baile como corresponde al cante es de los más jondos. Sobrio, recio, patético y ceremonial, no admite adornos fáciles. Se interpreta con un compás lento y pausado. El paso fundamental consiste en un andar rítmico, con golpes secos, sonoros y cortados, avanzando y retrocediendo el bailaor sobre el mismo sitio, aunque la solemnidad ya se manifiesta en el arranque y la salida, que se suele realizar dando un largo paseo. Pueden bailarla hombres y mujeres y requiere un gran temperamento.

Perteneciente a los denominados "cantes de ida y vuelta" o "de rebote" por haber llegado a tierras americanas y transformarse, cambiando hondura por armonía, son las guajiras las que obtuvieron mayor aceptación en los cafés cantantes de principios de siglo.
Aunque no tiene que ver con los tangos argentinos, la palabra tango tiene una posible influencia americana, fruto del contacto con la música cubana, y es en Cádiz donde de forma clara se inicia esta modalidad flamenca, con Enrique el Mellizo. Se trata de un estilo de rítmica muy viva y acentuada. Junto a la bulería compone la esencia de la fiesta flamenca. Su ritmo alegre y su compás medido permiten que sea interpretado al baile dando lugar a movimientos de gran brillantez y expresividad.
Es uno de los estilos básicos del flamenco y uno de los más antiguos. Hay diversas modalidades según procedan de Cádiz, Sevilla, Jerez o Málaga, pero casi siempre se manifiesta como un cante para bailar. Cantado para escuchar es un cante sereno y solemne que se presta menos al lucimiento que los tientos, que es una recreación del tango en ritmo más lento.
Romero el Tito (siglos XIX-XX), un bailaor de la época del café cantante, se recuerda como el creador del baile por caracoles que difiere de las alegrías en su falta de estructura rígida. Rara vez se realiza el "paseo" (también llamado "silencio"), o la "castellana". No se suelen emplear "desplantes" ni se termina por bulerías. El baile sigue un compás relativamente moderado, sin las típicas aceleraciones y "llamadas" del baile por alegrías. El cante por caracoles es más largo que el cante por alegrías, lo que permite que el bailaor o la bailaora se puedan entretener con braceos, posturas elegantes y paseos garbosos. Por este motivo es un baile más típicamente femenino, a menudo realizado con abanico, mantón y/o bata de cola.
En cuanto a la creación y evolución del cante, la historia más universalmente aceptada es que Tío José el Granaíno (de Sanlúcar a pesar del apodo), picaor y cantaor aficionado a mediados de los mil ochocientos, fue uno de los primeros intérpretes, si no el creador de los caracoles. Su versión, probablemente, no fue más que la modificación de una canción popular, posiblemente llamada "La Caracolera", según algunos estudiosos. Se dice que los caracoles del Tío José se cantaban más pausada y majestuosamente que la versión que ha llegado a nuestros días.
Después aparece el cantaor Paco el Gandul (también conocido como Paco el Sevillano o Paco Botas, 1840-1905) de Alcalá, que dio nueva vida a estos cantes algo reservados, aportando el compás y el aire desenfadado tan característico de las cantiñas. En este estado el cante llegó a Madrid a través de los toreros Curro Cuchares y El Tato cuyos nombres figuran en sus versos.
Perteneciente al grupo de las cantiñas nació como cante para bailar y está emparentado con la antigua jota de Cádiz. Se baila por ambos sexos. Característico de las Alegrías de Cádiz es el denominado "silencio", parte que corresponde al toque melódico de la guitarra y está compuesto de paseíllos y marcajes, terminando con una llamada. Es un estilo casi obligado en todos los repertorios y se caracteriza por su dinamismo, desenvoltura y gracia. Tiene unas escobillas muy remarcadas. Tiene un compás de amalgama formado por dos partes de tres y tres partes de dos. En el flamenco se cuenta de la siguiente manera: 2-1-2-3-4-5-6-7-8-9-10-1. Normalmente se cierran en el 10.
El vestuario utilizado es la bata de cola y el mantón.