Genuinamente gaditano, por lo que también es conocido como tanguillo de Cádiz. Tienen en el folklore gaditano una altísima consideración y tradición histórico-musical y así, puede afirmarse que el tanguillo define perfectamente la fisonomía de la ciudad gaditana y sus puertos. De él proceden todos los demás tanguillos. Sobre su aparición histórica no hay exactitud Al parecer surge a mitad del siglo XIX y las músicas más influyentes en su formación fueron las de ritmo afro-cubano. Al aflamencarse a través de un acercamiento al tango, aunque manteniendo muy vivo el ritmo, se convierte en un cante festero del que se han logrado versiones muy interesantes. Sus letras son casi siempre festeras, jocosas, críticas y sentimentales. Entre las mejores están las realizadas por Pericón de Cádiz y Chano Lobato. El tanguillo de Cádiz, también llamado tango de carnaval o tango de Cádiz, representa la música más característica del carnaval gaditano. Se renueva cada año siguiendo la actualidad y poco a poco va incorporando a su melodía cadencias de otras músicas. Se acompaña de guitarras, bandurrias y laúdes.
El baile es garboso, lleno de gracia y picardía. Tiene movimientos muy acompasados y paseíllos. Ha sido adaptado a baile mixto teatral, propio para la escena y presenta en todas sus modalidades un paso clave y unos zapateados que siempre se repiten. A diferencia de la música y del cante que se renuevan cada año, como baile conserva su categoría flamenca sin influencias de ningún tipo. Su compás es de cuatro tiempos. El primero es un silencio y los acentos van marcados en el segundo y el cuarto tiempo. Sin embargo en su forma más tradicional, cada acorde es de seis tiempos. Es importante que el bailaor sepa diferenciar las distintas maneras de interpretarlo.
En cuanto al vestuario, puede variar. Bien se puede interpretar con el traje típico de Cádiz; el traje de piconera, con madroñera, camafeo, medias blancas y tacones. En este caso la coreografía se suele realizar únicamente con personal femenino. También puede interpretarse con ropa de mariscaor/a, siendo la coreografía de esta manera por parejas y acompañándose el vestuario con canastas llenas de mariscos y descalzos o con zapatillas de esparto.
Aqui puede escuchar una muestra del tanguillo.

Aunque hay quien discrepa, todo hace indicar que los orígenes del baile del Chacarrá se remonta a los siglos XVIII y XIX y procede del primitivo fandango arábigo andaluz interpretado por los moriscos que quedaron escondidos en las Alpujarras y en los Montes de Málaga. Se aprecia en él una gran influencia de los verdiales malagueños con ciertas matizaciones, aunque también recibe influencia de otras tierras andaluzas. Es un fandango de ámbito rural. Baile típico de Tarifa, aunque también ha sido acogido en otros pueblos de la provincia de Cádiz como Vejer de la Frontera o Facinas. Llegó a ser el medio de diversión más corriente, donde las mozas eran elogiadas por sus pretendientes aprovechando la ocasión para dirigirse a ellas, algo que oralmente les resultaba difícil. Había quien cantaba las coplas con ironía, a modo de piropo improvisando en muchas de ellas y quien las utilizaba como crítica o reproche, aunque siempre en un ambiente saludable.
No hay duda de que el vestido femenino de "manto y saya" o "cobija", es procedencia del vestido de calle de las mujeres moriscas tal y como recogen algunos grabados de la época. Los hombres van ataviados con ropa serrana: botos, pantalones hasta la cintura camisa y fajín.
De la amplia nómina de los cantes de Málaga, destacan por derecho propio e interés musical los verdiales. Joya del patrimonio cultural malagueño, este monumento arcaico-musical ha perdurado durante siglos entre los misterios ibéricos y tartesios superando las sucesivas invasiones y colonizaciones culturales aunque siendo fuertemente influenciados por la morisca. Son la más antigua y genuina muestra de la música popular malagueña. Interpretados por las llamadas pandas de verdiales, han evolucionado muy poco conservando su naturaleza primitiva. Sus letras son sencillas y alegres.
Dentro del atavío, lo más digno de reseñar es el sombrero de verdiales que representa reminiscencias de la liturgia saturnal con sus bariopintos y enigmáticos adornos. Se ejecutan con guitarra, laúd, palillos, pandero, violín y por supuesto, cante que interpreta las coplas. Antiguamente también se usaba la vihuela. También se acompaña con instrumentos rústicos o caseros como los almireces, canutos de caña, cucharas y cualquier tipo de cacharro. Su compás es claramente ternario y con una considerable velocidad.
Su origen se puede encontrar en los años previos a los Reyes Católicos en unas composiciones conocidas como “seguidillas castellanas” o “seguidillas manchegas”. Con el tiempo, estas seguidillas fueron evolucionando y se aflamencaron, añadiéndose el baile en el siglo XVIII. Es el cante y baile folklórico más popular de la Península. Se bailaba en casapuertas y patios de vecinos, también llamados corrales y siempre se han bailado y se bailan en las romerías y ferias de toda Andalucía.
El cante, la música y el baile cesan juntos sobre el último compás y los bailaores terminan con un desplante garboso y provocativo, propio del baile de galanteo. Su compás es ternario, acentuándose el primer tiempo de cada compás. Antiguamente eran siete coplas, ya que se añadían tres sevillanas boleras que en la actualidad no se ejecutan por tener bastante dificultad. El vestuario utilizado tiene tantas variantes como variantes puedan hacerse del traje de flamenca.